Como la temática de este blog quiere ser amplia, aunque siempre dentro de los caminos de la ciencia, hoy nos salimos un poquito de la química o física a ras de tierra para viajar, con la ayuda de la astronomía (que no astrología), en busca de una estrella muy simbólica, porque con superstar hago referencia en este caso a la estrella de la navidad o de Belén; es decir, a la supuesta estrella que guió a los reyes Magos en su largo viaje hasta el portal.
¿Pero puede la astronomía responder de alguna manera al misterio de la mencionada estrella?
La estrella de Belén aparece únicamente mencionada en el evangelio de Mateo, que según parece fue escrito entre el 50 y el 70 d. C. pero, en cualquier caso, se ha convertido en un icono de la navidad repetidamente representada a lo largo de la historia del arte, como en la imagen del encabezado de esta entrada (Giotto: "Adoración de los Magos").
Desde un punto de vista astronómico, analizando el cielo de aquellos tiempos, y teniendo en cuenta que los únicos tres objetos posibles capaces de generar el efecto de una estrella así de rutilante serían un cometa, una supernova o una posible conjunción de planetas, veamos que encontramos en los datos contrastados de hace dos milenios aproximadamente.
Tengamos en cuenta también que hoy en día la fecha más aceptada por los eruditos de la cosa, es decir por los que tratan de encontrar datos hitóricos que certifiquen la presencia en la historia de Cristo, más allá de controversias sobre su naturaleza o incluso sobre su existencia real, sitúan su nacimiento, curiosamente, entre el 7 y el 1 a. C. y citan como más probable el 4 a. C.
Pues bien, astrónomos chinos de la época registran una supernova (=explosión de una estrella muy masiva que colapsa sobre sí misma en su fase terminal, ver el vídeo de arriba) que apareció en el cielo en el año 5 a. C. en la constelación de Capricornio y que se pudo ver a simple vista (los primeros telescopios son de la época de Galileo a principios del S. XVII) durante unos 70 días seguidos hasta que se debilitó.
Cometas visibles también los hubo en la época, dos para más señas, incluso uno de ellos en el citado año 4 a. C. aunque parece ser que fue sin cola, lo que no cuadraría con la representación típica de la estrella de Belén; y además, culturalmente, los cometas se asociaban con signos de mal presagio en aquellos tiempos.
Por último, la posibilidad de una extraordinaria conjunción planetaria (=cercanía entre dos astros) también queda abierta ya que hay datos de una llamativa en la región de Leo en el 2 a. C. entre Venus y Júpiter, y que bien pudo ser interpretada por los astrólogos de entonces (no olvidemos que los Magos de la época no eran otra cosa sino eso mismo, astrólogos, en la Mesopotamia geográfica o Babilonia histórica) como un signo celeste de significado particular para las creencias de entonces.
Para profundizar más en el tema.
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