Los peligros invisibles siempre nos provocan un temor especial, seguramente por lo que tienen de indetectable en su amenaza latente y en su ataque real. Así, podríamos citar a los virus o a la indeseable protagonista que empieza a ocupar todos los preocupantes titulares que nos llegan de Japón, como consecuencia del desastroso terremoto y consecuente tsunami que arrasó la costa noreste de la isla principal de Honshu y que todos hemos podido ver en esas tremendas imágenes que no paran de llegar en los últimos días y que superan nuestra capacidad de imaginar pesadillas. Y claro, con lo del peligro invisible, me refiero a la radiación liberada tras los daños en los cuatro reactores de la central nuclear de Fukushima. Porque según la dosis de radiación recibida los efectos pueden ser inmediatamente letales o simplemente provocar mutaciones genéticas que no den señales aparentes en una o dos décadas, hasta que finalmente puedan derivar en cáncer. Siendo todo ello función de ciertos valores umbral que se han de superar para que haya un riesgo probable de esas lesiones.
Por fijar conceptos, llamamos radiactividad, de forma simplificada, a la rotura del núcleo, el centro del átomo que acumula casi toda su masa y energía. Esa rotura o fisión libera enormes cantidades de dicha energía que es lo que hace tan peligrosa a la radiactividad. Llamamos radiación, por otra parte, a los fragmentos que surgen emitidos cuando el núcleo se fisiona. Es como la metralla en una explosión. Si esa “metralla” penetra en nuestro cuerpo puede afectar a nuestras moléculas y a las estructuras ordenadas de dichas moléculas que son las células, soporte de nuestra vida. Si acaban destruyendo a muchísimas de ellas moriremos enseguida, si las lesiones son más restringidas y el cuerpo no las puede reparar, dosis umbral de riesgo, es cuando pueden resultar cancerígenas a largo plazo.
La radiación se mide en diferentes unidades en función de si lo que se controla es la cantidad emitida en el proceso radiactivo, la exposición a la misma por la cantidad presente en el aire, la absorción que se da en los tejidos vivos o por sus efectos biológicos finales consecuencia de la ionización o excitación atómica que lleva a la descomposición molecular con los consecuentes daños en los seres vivos. Hay que tener en cuenta que no todos los tipos de radiación son igual de penetrantes y/o energéticas -aquí habría que hablar de la radiación alfa, beta y gamma pero no quiero extenderme- y por tanto no todas son igual de peligrosas en sus efectos biológicos, por eso se habla de dosis equivalentes. Un resumen de todo ello es esta tabla:
Concepto | Proceso físico | S.I. | Unidades antiguas |
Actividad | Desintegración nuclear | (Bq) Becquerel | (Ci)Curie |
Exposición | Ionización del aire | (R)Roentgen | (R) |
Dosis absorbida | Energía depositada | (Gy)Gray | rad |
Dosis equivalente | Efecto Biológico | (Sv)Sievert | rem |
Seguramente en estos próximos días nos hablarán desde Japón sobre todo de unidades rem o sievert porque lo que se intenta medir es los efectos biológicos de la radiación en el cuerpo humano. Por poner un ejemplo, si una persona recibe una dosis de 100 rem (= 1 Sv) lo más probable es que ni lo note. El cuerpo es capaz de reparar las lesiones y salir indemne de momento, aunque incrementa a la larga el riesgo de cáncer. Por encima de ahí hay riesgo de lesión inmediata. Con 200 rem (= 2 Sv) es probable que se le caiga casi todo el pelo, sufrirá nauseas y agotamiento, todo ello porque el organismo dedica un gran esfuerzo a reparar las muchas lesiones celulares sufridas y eso afecta a otros procesos biológicos normales como la digestión. Es lo que les sucede a los enfermos a los que se les aplica radioterapia para destruir sus células tumorales. Si se aplican estos tratamientos precisamente contra el cáncer, es porque las células cancerosas son mucho más vulnerables a la radiación que las normales, probablemente porque dedican toda su energía a crecer sin control y no a reparar los daños sufridos. Por eso es eficaz aplicar tanta radiación como se pueda soportar en los tratamientos anticancerosos. Por encima de 200 rem ya hay riesgo letal cada vez más probable. Así, a 300 rem (= 3 Sv), la probabilidad de muerte llega al 50% si nos se recibe tratamiento médico.Y una dosis de 1000 rem (= 10 Sv) incapacitaría a cualquiera hasta la muerte en pocas horas o días incluso con tratamiento médico.
Siguiendo con las cifras comparativas, no hay que olvidar que constantemente vivimos bajo una radiación de origen natural, variable según el entorno geográfico-geológico, y que puede oscilar, de media, entre 0,15 y 0,3 rem anuales (= 1,5 y 3 mSv). Una simple radiografía de torso completo puede suponer una radiación de 1 mSv, es decir, algo así como el equivalente de medio año a la exposición a la radiación de origen natural. Y según los datos que se están publicando, los trabajadores de la central de Fukushima, en su esfuerzo por intentar controlar la situación, han llegado a soportar dosis de 400 mSv por hora en algún momento durante estos días. Esperemos que no vaya a más.
Hay mucho que hablar sobre radiación y riesgo y probablemente, por desgracia, creo que en las próximas fechas va a haber motivo para ello. Seguiremos al tanto de las noticias que nos lleguen y, para eso, un buen sitio para informarse al momento sobre la situación parece este.
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