Recuerda la definición al uso, disponible en cualquier texto de química de bachillerato, y que caracteriza a los ácidos fuertes como aquellos que se disocian por completo en agua donando protones. La lista habitual de los que cumplen dicha condición incluye estos seis conocidos ácidos:
• HCl – ácido clorhídrico
• HNO3 – ácido nítrico
• H2SO4 – ácido sulfúrico
• HBr – ácido bromhídrico
• HI – ácido yodhídrico
• HClO4 – ácido perclórico
Pero, en realidad, a ninguno de ellos le corresponde el título de ser él ácido más fuerte conocido. El poseedor de ese honor pasaba por ser el ácido fluorosulfúrico (HFSO3), todo un superácido, el cual mezclado con el pentafluoruro de antimonio (SbF5) recibe el sugerente nombre de ácido mágico por su extraordinaria capacidad de actuar como tal, ya que llega al extremo de convertir en bases a los hidrocarburos al conseguir su protonación.
Pero parece ser que el susodicho ha sido destronado por un nuevo tipo de compuesto perteneciente a la familia de los carboranos que son, en su forma más general, un agregado de átomos de hidrógeno, carbono y boro con estructura poliédrica parecida a la de los últimamente bastante famosos fulerenos que a base de sólo átomos de carbono dan estructuras como balones de fútbol y que por su descubrimiento hace 25 años fue motivo para la concesión del Nobel de Química de 1996 a Harold Kroto, entre otros, científico que nos honró con su visita por Donostia en las jornadas Atom by Atom del 2009 que puede que alguno de los que me lea recuerde con agrado. Pero esto de los fulerenos debería ser motivo para otra entrada ajena a la presente.
• HCl – ácido clorhídrico
• HNO3 – ácido nítrico
• H2SO4 – ácido sulfúrico
• HBr – ácido bromhídrico
• HI – ácido yodhídrico
• HClO4 – ácido perclórico
Pero, en realidad, a ninguno de ellos le corresponde el título de ser él ácido más fuerte conocido. El poseedor de ese honor pasaba por ser el ácido fluorosulfúrico (HFSO3), todo un superácido, el cual mezclado con el pentafluoruro de antimonio (SbF5) recibe el sugerente nombre de ácido mágico por su extraordinaria capacidad de actuar como tal, ya que llega al extremo de convertir en bases a los hidrocarburos al conseguir su protonación.
Pero parece ser que el susodicho ha sido destronado por un nuevo tipo de compuesto perteneciente a la familia de los carboranos que son, en su forma más general, un agregado de átomos de hidrógeno, carbono y boro con estructura poliédrica parecida a la de los últimamente bastante famosos fulerenos que a base de sólo átomos de carbono dan estructuras como balones de fútbol y que por su descubrimiento hace 25 años fue motivo para la concesión del Nobel de Química de 1996 a Harold Kroto, entre otros, científico que nos honró con su visita por Donostia en las jornadas Atom by Atom del 2009 que puede que alguno de los que me lea recuerde con agrado. Pero esto de los fulerenos debería ser motivo para otra entrada ajena a la presente.
La forma ácida del carborano contiene además átomos de cloro (en verde en el dibujo, los naranjas son de boro, el gris es el carbono y el blanco el hidrógeno) y responde a la fórmula de H(CHB11Cl11); siendo, claro está, ese hidrógeno de la izquierda el tan fácilmente donable que lo hace del orden de un millón de veces más ácido que el propio ácido sulfúrico concentrado, que por situarnos en estas escalas relativas de acidez es, a su vez, como un billón de veces más ácido que el medio ácido de nuestros estómagos.
De todas formas no hay que confundir fuerte acidez con poder de corrosión que tiene que ver más con procesos electroquímicos de tipo redox y que suele ir más unido al anión o parte cargada negativamente del ácido y que resulta de la pérdida del protón. Así, es muy famoso el poder corrosivo del ácido fluorhídrico (HF), de por sí un ácido débil que da disociación parcial con la correspondiente Ka, pero que es capaz de marcar y grabar el vidrio (no digamos lo que puede hacer sobre la piel) por lo que es utilizado para dibujar y escribir sobre él.
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